miércoles, 18 de septiembre de 2013

septiembre 18, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 18-IX-13

Sus 60 años, su fortaleza física y la silenciosa historia heroica de su reacción ante la tragedia me impactan mientras lo entrevisto con el agua a las rodillas en Acapulco.

Por si fuera poco, se llama Abimael Guzmán, como el líder de Sendero Luminoso. Tiene ganas de soltarse a llorar, pero se aguanta. Se le nota en los ojos y la voz.

Vive en Ciudad Colosio, una colonia habitacional obrera de quienes trabajan para los hoteles de gran lujo que están a cinco cuadras de distancia, frente al mar.


El domingo Abimael vio angustiado que el agua se tragaba el primer piso de su modesta vivienda. No podía sólo refugiarse en la segunda planta. Debía cargar a su hijo, Abimael también, de 28 años, alto, pesado, y con una discapacidad mental que le impide moverse con independencia.


Sintió que se iba a morir. Que la fuerza de la laguna desbordada terminaría ahogándolo con su hijo a cuestas. Pero venció a la naturaleza. Abimael chico está en el segundo piso recibiendo comida de su madre.

Abimael grande me lo cuenta —pelo cano muy corto, playera café sin mangas— mientras limpia la silla de ruedas con una escoba que remoja en el agua puerca de la inundación que permanece en su calle.

Le doy un abrazo y recuerdo que hace cuatro horas Luis Felipe Puente, el coordinador de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, me decía al aire que 80% del territorio nacional está afectado por la conjunción del huracán Ingrid en el Golfo de México y la tormenta tropical Manuel en el Océano Pacífico.


Pasó lo que nunca y pasó lo de siempre. Lo que nunca fue que se juntaron dos ciclones y generaron la emergencia más extensa en la historia de esta nación, de acuerdo con el gobierno federal.

Lo de siempre es que durante años Acapulco se desarrolló sin orden ni planeación. En la zona hoy inundada se construyeron unidades de vivienda popular, torres con departamentos de lujo, centros comerciales y hoteles exclusivos que taparon los desagües naturales.

Cuando regresó el agua reclamó su lugar. Y lo tomó por la fuerza.

La Laguna de los Tres Palos, que mide tres veces lo que la Bahía de Acapulco, se juntó con el mar y se volvió un estanque que mantiene aisladas y damnificadas a personas de todos los estratos socioeconómicos.

La ira política está desatada porque los damnificados reclaman que la ayuda no llega, que los helicópteros no bastan, que no hay suficientes camiones todo terreno para ayudarlos a cruzar los tirantes de agua, que los supermercados abren por goteo y que la presencia de la autoridad a todos sus niveles está rebasada por la magnitud de la inundación, por el cuarto de millón de afectados en Guerrero, por los 40 mil turistas atrapados en el puerto de Acapulco.

Y no en todas las casas de la costa vive un Abimael. A muchos hay que ayudarlos para subir la familia al segundo piso.

SACIAMORBOS

…y cuando regresaron del puente, se dieron cuenta de que era la tragedia más extensa en la historia de México. Ya llevaba cinco días.

0 comentarios:

Publicar un comentario