domingo, 8 de septiembre de 2013

septiembre 08, 2013
BRASILIA, 8 de septiembre.- La policía utilizó gas lacrimógeno para contener ayer las protestas contra la corrupción política en varias ciudades de Brasil, donde los manifestantes no lograron interrumpir los desfiles militares por el Día de la Independencia.

Las protestas fueron mucho más pequeñas que las enormes manifestaciones que sacudieron a Brasil en junio pasado, cuando cientos de miles de personas salieron a las calles en un repentino estallido de ira contra la clase política del país por la corrupción y la mala calidad de los servicios públicos, mencionó Reuters.

En el centro de Río de Janeiro, unos 500 manifestantes invadieron las tribunas en la zona del desfile, lo que hizo huir a familias asustadas con sus hijos. La policía utilizó gas lacrimógeno y armas paralizantes para dispersar a los manifestantes, que no interrumpieron el desfile. Al menos 25 personas fueron detenidas. Entre los cargos imputados a los detenidos, de los cuales la mayoría ya fue liberada, está el porte de spray de pimienta, desacato, desobediencia, resistencia a la prisión y lesión corporal.

Alrededor de ellos se consumaron enfrentamientos violentos, pero parece no importarles. Las calles son las de Río de Janeiro, donde se efectuó el tradicional desfile militar para celebrar la independencia. La policía intervino para detener a unos 300 manifestantes que trataron de detener el desfile en la Avenida Presidente Vargas. (ansa)

"Fue aterrador. Hubo una oleada de manifestantes enmascarados vestidos de negro", dijo Rosangela Silva, quien llevó a su sobrina a ver el desfile.

En Brasilia, la policía utilizó gas pimienta para repeler a una multitud pacífica de más de 1,000 manifestantes que marchó hacia el Congreso para exigir la salida de los políticos corruptos. Los manifestantes sólo pudieron marchar junto a la gran explanada de la capital de Brasil después de que terminó el desfile militar anual por el Día de la Independencia, que fue liderado por la presidenta Dilma Rousseff.

Los organizadores dijeron que muchas personas tenían la intención de sumarse a las manifestaciones, pero no acudieron debido a la fuerte presencia policial y las posibilidades de que ocurrieran hechos de violencia en Sao Paulo y Río de Janeiro, donde jóvenes encapuchados se han convertido en los principales protagonistas de los recientes disturbios.

Los manifestantes se trasladaron posteriormente al nuevo estadio de fútbol de Brasilia, que tuvo un costo de 60 millones de dólares, y donde el equipo nacional de Brasil enfrentaría a Australia horas mas tarde en un partido amistoso de preparación para la Copa del Mundo del próximo año, de la que Brasil será anfitrión.

La policía antidisturbios utilizó perros y lanzó andanadas de gas lacrimógeno para impedir que los manifestantes llegasen al estadio.

La policía también arrestó a grupos de jóvenes que descubrió con capuchas, piedras y hondas en sus morrales en las ciudades de Curitiba y Fortaleza, donde los desfiles se desarrollaron sin incidentes.

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