lunes, 1 de julio de 2013

julio 01, 2013
MIAMI, Florida, 1 de julio.- Una súbita curiosidad por sus raíces cubanas, motivó a un adolescente de Miami a emprender un viaje al pasado para rescatar su historia. La travesía lo trasladó a un remoto pueblo de las Islas Canarias en el siglo XVII.

Gabriel Garcia ha abrazado con una pasión extraña para su edad la tarea de reconstruir el árbol genealógico familiar. (Foto: Roberto Koltun / El Nuevo Herald)

Gabriel García, de 17 años, no se ha desplazado solo en la máquina del tiempo. Desde su hogar en el oeste de Miami-Dade, comparte cada etapa con cientos de aficionados alrededor del mundo que se han sumado a Genealogía Cubana, su grupo de Facebook.


Por su edad, apasionamiento y prodigiosa destreza para crear un árbol genealógico en tan corto tiempo aprovechando los recursos de la tecnología digital, el joven se ha convertido en una sensación entre las personas interesadas en la ascendencia de sus familias en Cuba y España, quienes tradicionalmente son adultos mayores.

“Es la esperanza de todos los que estudiamos genealogía cubana”, señaló Lourdes del Pino, vicepresidenta del Club de Genealogía Cubana de Miami. “Va a ser el heredero y custodio de los materiales y conocimientos que hemos acumulado a través de los años para facilitar el trabajo amateur a quienes buscan sus raíces”.

Hace dos años, Gabriel vio en la televisión un comercial de ancestry.com, un portal de pago que permite a los usuarios rastrear sus raíces familiares examinando archivos en línea de registros vitales, censos y otros bancos de datos genealógicos.

“Me dio curiosidad saber de dónde provienen mis ancestros y la historia detrás de ellos”, comentó el estudiante de la Secundaria G. Holmes Braddock. “Pero ancestry.com se enfoca mayormente en Estados Unidos y no tiene nada sobre Cuba”.

Gabriel emigró a Estados Unidos a los 4 años. Es tímido y respetuoso; habla muy rápido, en voz baja, y luce menor a su edad. Pesa 104 libras y mide 5’5 pies. Planea estudiar Administración de Empresas y se entretiene leyendo libros de ciencia ficción. En la escuela, sus compañeros consideran que su pasatiempo de la genealogía es “algo c ool”. Su padre trabaja en mantenimiento de piscinas y su mamá es ama de casa. Ninguno poseía conocimiento de sus orígenes ni interés en indagar en ellos.

“Nunca me imaginé que venía de una familia con tanta historia”, manifestó la madre, Idalina Hernández. “Hemos conocido a muchos familiares gracias a él. Es sorprendente”.

NACE EL ÁRBOL

Cualquier viaje genealógico, por largo que sea, comienza con un simple paso adelante: una pregunta. “¿Qué información tienes sobre tu familia?” preguntó Gabriel a sus cuatro abuelos, esperando que se quitaran las capas de la memoria.

El abuelo materno, Reinaldo Hernández, que vive en Miami, sabía los nombres y lugares de nacimiento de sus abuelos, aunque no recordaba las fechas. Eso permitió a Gabriel trazar la primera línea ancestral hasta sus tatarabuelos, usando una plantilla gratis de ancestry.com que incorpora gráficos y espacio para fotografías individuales, y permite la extensión de las ramas genealógicas en pantallas sucesivas.

Así empezó a rellenar cada casilla con los detalles de los miembros de su familia.

Hernández habló a su nieto sobre su prima hermana en Cuba, Alicia Plasencia, que había dibujado su árbol genealógico. Ella tenía la partida de bautismo de su padre, donde están registrados los datos de sus bisabuelos, Ricardo Plasencia y Gabriela Aguilar, incluyendo lugar y fecha de nacimiento. Ellos son los cuartos abuelos de Gabriel, cinco generaciones anteriores a él.

Un hermano de Alicia en Miami llevó a Gabriel a una reunión familiar en Coral Gables. Allí, le informaron sobre el trabajo de José Ignacio Lombillo Plasencia, un siquiatra retirado en Naples que llevaba 20 años investigando los orígenes de su familia y de los Plasencia en Hermigua, un pueblo en La Gomera, una de las islas canarias a la altura de Marruecos. Inmediatamente después, el joven lo contactó.

“Nunca he visto a nadie de esa edad, ni de cualquier edad, que tenga tanta hambre por saber, de manera científica, sobre sus ancestros”, observó Lombillo, de 75 años. “Al menos entre los Plasencia –y somos muchos– no hay nadie que tenga el mismo interés”.

En el archivo diocesano del Arzobispado de Tenerife, en Canarias, Lombillo encontró el libro de matrimonios de la Iglesia de la Encarnación de Hermigua, donde quedó inscrito el enlace nupcial entre Carlos de Plasencia e Isabel Morales, el 16 de agosto de 1685. En el registro, también aparece el nombre de los padres del novio. La madre se llamaba María Plasencia; probablemente nació en la década de 1630.

“Ella es el primer Plasencia documentado con una relación directa con todos nosotros”, afirmó Lombillo.

ARMAR EL ROMPECABEZAS

El gran reto para Gabriel recién comenzaba. Ahora debía identificar el eslabón entre su árbol genealógico y el de Lombillo en aras de trazar su linaje hasta 1630, una fecha a la cual jamás imaginó llegar cuando se propuso investigar su pasado.

“Tenía que encontrar un ancestro en común”, explicó Gabriel, quien revisó durante semanas cientos de nombres, con fechas de nacimiento y defunción, compilados por Lombillo, cuyo árbol, en múltiples ramas, reúne 10,000 familiares.

Los Plasencia llegaron a La Gomera provenientes de la península ibérica después de la Conquista de Tenerife (1494-1496). Allí, vivieron durante siglos, pues los pobladores isleños no acostumbraban a migrar.

A finales del siglo XIX, Cuba se perfilaba como paraíso terrenal. Miles de canarios emigraron a la isla caribeña, entre ellos, Eduardo Plasencia, bisabuelo de Lombillo, acompañado por hermanos y primos, todos en su juventud.

Para empatar los linajes, García tendría que establecer su parentesco sanguíneo con este pionero de la familia, que falleció en La Habana en 1949.

Eduardo tenía una hermana, Felipa, casada con Ricardo Plasencia. Además de cónyuges, eran primos. El nombre de Ricardo llamó la atención del inquisitivo adolescente porque así se llamaba su cuarto abuelo, es decir, el bisabuelo de su abuelo materno. Verificó las fechas de nacimiento y defunción, y ambas coincidían.

“Estaba maravillado con mi hallazgo”, comentó Gabriel.

Surgió, no obstante, una incógnita. En el árbol de Lombillo, Ricardo estaba casado con Felipa; en el de Gabriel, con Gabriela Aguilar. Una pieza del rompecabezas no encajaba.

Gabriel contactó a un primo en Hermigua vía Facebook y éste, a su vez, indagó con una anciana de la familia, quien reveló que Ricardo tuvo dos matrimonios. Gabriela fue su primera esposa; cuando ella falleció, se casó con su prima Felipa, como era común en aquellos tiempos.

Gabriel se había conectado con María Plasencia. Su árbol se extendió velozmente varios siglos.

CRECEN OTRAS RAMAS

Logrando subsanar las enormes dificultades que representan las búsquedas genealógicas en Cuba, Gabriel emprendió su segunda investigación desde Miami. En esta ocasión, optó por la línea de ascendencia de Iluminada Bello, la mamá de su abuelo paterno. Sus antepasados, también procedentes de las Islas Canarias, habían emigrado dentro de un buque de carga que transportaba manteca.

“Pensé que era muy interesante la manera en que habían llegado a Cuba”, apuntó el joven.

Ricardo García, el abuelo que aún vive en Cuba, buscó la partida de bautismo de Bello en la parroquia de Consolación del Sur, su pueblo natal. El registro no se encontraba. Pero un familiar que desciende del hermano de Bello guardaba el certificado de nacimiento de éste, lo cual permitió a Gabriel comenzar a irrigar esta rama de su árbol genealógico, al obtener los nombres y fechas de nacimiento de sus tatarabuelos, así como los nombres de sus cuartos abuelos.

En un foro en línea de un grupo de genealogía canaria, conoció a una española con acceso a un extenso banco de datos con certificados antiguos de matrimonio. Subiendo una generación a la vez, la mujer consiguió la información nupcial de los quintos, sextos y sucesivos abuelos de Gabriel, hasta llegar a 1754 – nueve generaciones de antepasados.

Hace tres meses, Gabriel se propuso trazar la línea del papá de su abuela materna, José Antonio Lezcano, nacido en 1906 en la ciudad de Pinar del Río. Su partida de bautismo fue hallada, más no las de sus padres. Renuente a quedarse en un callejón sin salida, pidió a un familiar que busque el registro de bautismo de un tío de Lezcano en San Luis, un pueblo cercano.

Esta semana, una copia del ansiado documento llegó a sus manos. Un paso más en este esfuerzo que apenas comienza a cosechar frutos. (Daniel Shoer Roth para El Nuevo Herald)

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