viernes, 24 de mayo de 2013

mayo 24, 2013

José Sobrevilla / El Financiero

“La muerte no es una señora despreciable que un día se presenta súbitamente y como si te propusiera bailar una pieza, te invitara a partir. Ni siquiera a los convencidos de la existencia de otra vida en el más allá –o el más acá– que nunca conoció el hombre o la mujer en ninguno de los mundos realmente existentes.
“No. Partimos en pedacitos. Cada recuerdo, cada sueño sobre los seres queridos, aunque también existen los despreciados que partieron primero que tú, es una vivencia grata o ingrata que se alojó en la inmensa y compleja recámara de la memoria para no dejarlos ir totalmente...” 




La anterior es parte del texto de inicio del libro recién editado (noviembre 2012, Forum Ediciones SA de CV), por Eduardo Ibarra Aguirre (Matamoros, Tamaulipas, 9 de agosto 1950), donde cuenta “más sobre fallecidos que de vivos. Muertos que están más vivos que nunca en los sueños y remembranzas”.
Esta publicación es producto de cinco años de trabajo donde “me propuse hacer un libro que disfrutara al escribirlo. A diferencia de otros que sí he sufrido (uno estuvo a punto de costarme el matrimonio), con éste nunca me presioné” (...) “lo tomaba y dejaba de acuerdo con el estado de ánimo. Jamás me senté a escribir por disciplina”.
¿Por qué gratis?
Porque a estas alturas de la vida, no se me da la paciencia, formas y procedimientos de hacer antesalas y corretear a un editor. Por ello decidí lanzarlo al ciberespacio y que los lectores decidieran… en vez de ganarme, no sé, una cantidad que necesito pero no me resolvería gran cosa”. Sin considerar, agrega, que el editor “siempre mete su cuchara”: te pone título, te lo cambia, te reduce capítulos…
En conversación con este reportero, el autor de la columna Utopía, reveló que él empezó a ejercer el periodismo en junio de 1970 al publicar su primer texto en la revista Oposición. “Allí fui todo menos director en términos formales (…) perdón que lo diga, pero en términos reales, el director sólo decidía la página uno, y el resto, aunque era un colegiado, lo resolvía yo. Tú sabes que en cualquier publicación siempre hay una decisión individual”.
Después de todo, reflexiona el director de Forum en Línea, el periodismo se distingue por ser una actividad antidemocrática porque al final es un editor el que decide.
Esa misma publicación, cuando ya reporteaba, la voceé algunas veces en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Era un periodismo militante, del Partido Comunista Mexicano. El Consejo Editorial lo integraban: Arnoldo Martínez Verdugo, David Alfaro Siqueiros, Othón Salazar… y unos de sus primeros portadistas fueron Rogelio Naranjo y Rius, Eduardo del Río”.
De sus primeras experiencias como periodista, refiere que en 1967, cuando estudiaba a los 17 años en la Escuela Superior de la Juventud en Berlín, Alemania, llegó a conducir un programa radiofónico para la comunidad estudiantil de ese lugar, que se transmitía en alemán, inglés y español.
Periodismo y militancia
En cuanto a su militancia en el PCM “lo que soy, para bien o para mal, es porque con ellos me formé como ciudadano y periodista, porque aunque hice cursos en Berlín y Moscú, soy autodidacta”. Su militancia la comenzó en la Juventud Comunista de México en marzo de 1966, a los 15 años de edad, y al cumplir los 18 se inscribió en el PCM de Matamoros.
Durante su estancia en Berlín, comenta también, llevaba tres materias: economía política, filosofía, estrategia y táctica del movimiento comunista y obrero mundial, además del idioma. En la Unión Soviética cursó un seminario y, al mismo tiempo, fue corresponsal del semanario Oposición, y de Radio Educación cuyo noticiero del mediodía se enlazaba con Canal 11, además de colaborar para la Agencia de Prensa Novosti.
¿Cómo percibes la izquierda de aquellos tiempos y la de ahora?
La mayor parte de mis años pertenecí a una izquierda marginal, que no influía como factor político en la vida del país, pero tenía gran incidencia en el movimiento social. Circunstancia que las izquierdas de ahora no muestran con mucha frecuencia.
Aquellas izquierdas, asegura, vivían, trabajaban y se desenvolvían alrededor de un proyecto mayormente ideológico y en menor medida político, con una entrega y congruencia que está muy lejos de lo que hoy se vive.
El periodismo partidista, señala, fue una etapa de su quehacer que no estaría en condiciones de retomar. “Establecí en 1986 una frontera muy clara, respetuosa, civilizada, con todo lo que son partidos políticos en términos de compromiso y no la pienso abandonar”.
No obstante, opina que los medios deben tener una completa autonomía no sólo de los partidos políticos, sino respecto del poder del Estado en su conjunto. Aunque sabemos que los medios, en menor o mayor medida, sobre todo el duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico, tienen un enjambre de vínculos, relaciones e intereses con el poder político y sus derivaciones.
“Mientras su conducta no subraye su papel de medios entre la sociedad y el poder, estarán negando lo que debiera ser su tarea central: servir de medio entre el estado y los televidentes o radioescuchas, y destacan su papel de parte”.
Considera que a pesar de que el país ha avanzado, todavía no se puede hablar plenamente de “medios de comunicación social” y que aún disponemos, en buena medida, de “medios de difusión”.
El también coordinador general del Grupo María Cristina, aclara que en este libro no hace periodismo de investigación, por lo que tal vez algunos de los hechos narrados no corresponden exactamente con la realidad, pero que sin embargo, lo pone a disposición de los lectores en forma gratuita desde www.forumenlinea.com

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