José Sobrevilla / El Financiero
“La muerte no es una señora despreciable que un día se
presenta súbitamente y como si te propusiera bailar una pieza, te invitara a
partir. Ni siquiera a los convencidos de la existencia de otra vida en el más
allá –o el más acá– que nunca conoció el hombre o la mujer en ninguno de los
mundos realmente existentes.
“No. Partimos en
pedacitos. Cada recuerdo, cada sueño sobre los seres queridos, aunque también
existen los despreciados que partieron primero que tú, es una vivencia grata o
ingrata que se alojó en la inmensa y compleja recámara de la memoria para no
dejarlos ir totalmente...”
La anterior es parte
del texto de inicio del libro recién editado (noviembre 2012, Forum Ediciones
SA de CV), por Eduardo Ibarra Aguirre (Matamoros, Tamaulipas, 9 de agosto
1950), donde cuenta “más sobre fallecidos que de vivos. Muertos que están más
vivos que nunca en los sueños y remembranzas”.
Esta publicación es
producto de cinco años de trabajo donde “me propuse hacer un libro que
disfrutara al escribirlo. A diferencia de otros que sí he sufrido (uno estuvo a
punto de costarme el matrimonio), con éste nunca me presioné” (...) “lo tomaba
y dejaba de acuerdo con el estado de ánimo. Jamás me senté a escribir por
disciplina”.
¿Por qué gratis?
–Porque a estas
alturas de la vida, no se me da la paciencia, formas y procedimientos de hacer
antesalas y corretear a un editor. Por ello decidí lanzarlo al ciberespacio y
que los lectores decidieran… en vez de ganarme, no sé, una cantidad que necesito
pero no me resolvería gran cosa”. Sin considerar, agrega, que el editor
“siempre mete su cuchara”: te pone título, te lo cambia, te reduce capítulos…
En conversación con
este reportero, el autor de la columna Utopía, reveló que él empezó a ejercer
el periodismo en junio de 1970 al publicar su primer texto en la revista Oposición. “Allí fui todo menos director
en términos formales (…) perdón que lo diga, pero en términos reales, el
director sólo decidía la página uno, y el resto, aunque era un colegiado, lo
resolvía yo. Tú sabes que en cualquier publicación siempre hay una decisión
individual”.
Después de todo,
reflexiona el director de Forum en Línea,
el periodismo se distingue por ser una actividad antidemocrática porque al
final es un editor el que decide.
Esa misma
publicación, cuando ya reporteaba, la voceé algunas veces en la Facultad de
Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Era un periodismo
militante, del Partido Comunista Mexicano. El Consejo Editorial lo integraban:
Arnoldo Martínez Verdugo, David Alfaro Siqueiros, Othón Salazar… y unos de sus
primeros portadistas fueron Rogelio Naranjo y Rius, Eduardo del Río”.
De sus primeras
experiencias como periodista, refiere que en 1967, cuando estudiaba a los 17
años en la Escuela Superior de la Juventud en Berlín, Alemania, llegó a
conducir un programa radiofónico para la comunidad estudiantil de ese lugar,
que se transmitía en alemán, inglés y español.
Periodismo y militancia
En cuanto a su militancia en el PCM “lo que soy, para
bien o para mal, es porque con ellos me formé como ciudadano y periodista,
porque aunque hice cursos en Berlín y Moscú, soy autodidacta”. Su militancia la
comenzó en la Juventud Comunista de México en marzo de 1966, a los 15 años de
edad, y al cumplir los 18 se inscribió en el PCM de Matamoros.
Durante su estancia
en Berlín, comenta también, llevaba tres materias: economía política, filosofía,
estrategia y táctica del movimiento comunista y obrero mundial, además del
idioma. En la Unión Soviética cursó un seminario y, al mismo tiempo, fue
corresponsal del semanario Oposición, y de Radio Educación cuyo noticiero del
mediodía se enlazaba con Canal 11, además de colaborar para la Agencia de
Prensa Novosti.
¿Cómo percibes la izquierda de aquellos tiempos y la
de ahora?
–La mayor parte de mis
años pertenecí a una izquierda marginal, que no influía como factor político en
la vida del país, pero tenía gran incidencia en el movimiento social.
Circunstancia que las izquierdas de ahora no muestran con mucha frecuencia.
Aquellas izquierdas,
asegura, vivían, trabajaban y se desenvolvían alrededor de un proyecto
mayormente ideológico y en menor medida político, con una entrega y congruencia
que está muy lejos de lo que hoy se vive.
El periodismo
partidista, señala, fue una etapa de su quehacer que no estaría en condiciones
de retomar. “Establecí en 1986 una frontera muy clara, respetuosa, civilizada,
con todo lo que son partidos políticos en términos de compromiso y no la pienso
abandonar”.
No obstante, opina
que los medios deben tener una completa autonomía no sólo de los partidos
políticos, sino respecto del poder del Estado en su conjunto. Aunque sabemos
que los medios, en menor o mayor medida, sobre todo el duopolio televisivo y el
oligopolio radiofónico, tienen un enjambre de vínculos, relaciones e intereses con
el poder político y sus derivaciones.
“Mientras su conducta
no subraye su papel de medios entre la sociedad y el poder, estarán negando lo
que debiera ser su tarea central: servir de medio entre el estado y los
televidentes o radioescuchas, y destacan su papel de parte”.
Considera que a pesar
de que el país ha avanzado, todavía no se puede hablar plenamente de “medios de
comunicación social” y que aún disponemos, en buena medida, de “medios de
difusión”.
El también
coordinador general del Grupo María Cristina, aclara que en este libro no hace
periodismo de investigación, por lo que tal vez algunos de los hechos narrados
no corresponden exactamente con la realidad, pero que sin embargo, lo pone a
disposición de los lectores en forma gratuita desde www.forumenlinea.com
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