El popular cocinero estaba considerado como una de las figuras más importantes de la gastronomía española. |
A José Luis le sobraba el apellido para ser una referencia en el mundo de
la restauración. Sólo con decir “quedamos en José Luis” se sabía dónde
era la cita, ya que sus dos restaurantes llevan su nombre. El único dato
que había que aclarar es si se trataba de uno de los ocho locales de
Madrid, del de Barcelona o del de Sevilla, lo demás venía dado por la
presencia de este hombre bajito, amigo del Rey, que siempre vestía impecable con su traje azul marino y las corbatas que le regalaba la gente que le quería, incluido el monarca, con quien se las intercambiaba. Más de una vez, en las recepciones en el palacio de la Zarzuela, donde su catering
era imprescindible, el Jefe del estado se acercaba y se apoyaba en él
para descansar: “Menos mal que estás siempre al quite”, le decía
mientras miraba su corbata. Y si le gusta se la quitaba allí mismo y
hacía el trueque con su súbdito y amigo. Porque así lo consideraba don
Juan Carlos y, antes, su padre, el conde de Barcelona.
Verdadero experto en el mundo de las tapas, (botanas) Jose Luis hizo de su famosa tortilla de patatas toda una leyenda. |
Nunca presumió de esta amistad ni de ninguna otra y
eso que por su casa pasaron los grandes personajes internacionales que
llegaban a la capital. No necesitó sus favores y puede ser que a la
inversa sí, porque algunos de sus locales fueron el escenario de reuniones de alto nivel de políticos de izquierdas cuando
ser de izquierdas era delito. Entre pincho de tortilla, de solomillo o
de merluza rebozada se pactaban acuerdos y derechos fundamentales,
mientras José Luis cuidaba de que nadie molestara, y mucho menos la
temida policía secreta. Los padres de la Constitución redactaron la
Carta Magna mientras en un anexo José Luis preparaba los recesos
gastronómicos.
Nicolás Redondo, vasco como él, lo
ensalzaba, lo quería y decía que el restaurante José Luis fue uno de los
lugares donde siempre se le recibió con los brazos abiertos, aún en los
tiempos de “Nico el de la naval, cuando no tenía un duro”. Cuidaba de
sus amigos al margen de la ideología porque él se definía como un hombre
del mundo: “Yo sólo quiero respeto, que fue lo que me enseñaron y he
visto en casa”. Se encargó de organizar los banquetes de bodas de Julio Iglesias, Raphael, Rocío Dúrcal y Ana Aznar Botella,
a la que al igual que a sus hermanos le preparó la fiesta de la Primera
Comunión. En la boda de El Escorial tuvo el detalle de preparar otro catering
para la prensa que esperaba en la puerta la llegada y salida de
invitados. Acostumbrado a trabajar desde los 13 años.
Además de los restaurantes, las cervecerías, y el catering, el restaurador también se interesó por el mundo del vino adquiriendo en 1988 las bodegas Mocén, en Valladolid. |
-“He sido
limpiabotas, he lavado platos, he hecho de todo”, decía-, tenía un
respeto profundo por el trabajo ajeno. Aunque estuviera invitado al
evento, supervisaba absolutamente todo. Era y será siempre José Luis ‘el
tabernero’. Él mismo lo decía: “No me gusta que me llamen restaurador.
Suena muy mal. Yo soy tabernero”. Descanse en paz. (HOLA / VANITATIS / Paloma Barrientos)
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