martes, 28 de mayo de 2013

mayo 28, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | (28-V-13)

Apenas habían pasado un par de días de que Juan Camilo Mouriño murió porque se desplomó en las Lomas de Chapultepec del Distrito Federal el avión en que viajaba. Fungía como secretario de Gobernación en el sexenio de Felipe Calderón. Era también el mejor amigo del presidente.

En Los Pinos no había día ni noche, un mucho por el dolor de la pérdida, otro tanto porque se abocaron todos a organizar los funerales de Estado frente a cadáveres que no existían: la brutalidad de la caída había vuelto irreconocibles los restos. En tales condiciones, el extenuante trabajo forense era lento y retrasaba los actos luctuosos.

“¡Por favor! ¡Ya pongan cualquier resto en cualquier féretro y que se haga la ceremonia!”, se ordenó desde la Oficina de la Presidencia. La instrucción, emitida por Patricia Flores Elizondo según nos han confirmado distintas fuentes, dejó helados a quienes guardaban respeto por la memoria de las víctimas del avionazo e intentaban manejar con pulcritud las derivadas políticas del duelo. No le hicieron caso. No acataron su orden.



“Paty” Flores era la todopoderosa en el sexenio anterior. Está bajo sospecha —hay testimonios publicados que la señalan— de haber hecho negocios personales con el presupuesto de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia, asombra la notable prosperidad de su familia y me han confiado fuentes muy bien informadas que, a través del veracruzano Julen Rementería, operaba en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes una red de contactos en delegaciones estatales que se reunían semanal y secretamente en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México para dirimir jugosas licitaciones.

La sucesión de dudas, el escándalo fue tal que el presidente Calderón la removió de Los Pinos. Siempre se ha dicho que Ernesto Cordero, entonces secretario de Hacienda, y Max Cortázar, en ese momento vocero de Los Pinos, le exhibieron el expediente completo que fue el tiro de gracia político. Se guardó celosamente. A esa investigación secreta le llamaron “Operación Bugambilia” (por aquello de que la bugambilia es una flor y la funcionaria, una Flores). Incluía rastreo de propiedades y dinero en México y varios paraísos fiscales.

En premio a su lealtad, Calderón no la quiso dejar sola. Pidió al magnate Roberto González Barrera (qepd), dueño de Banorte y Maseca, que la protegiera en Dallas, Texas.

Luego, “Paty” Flores quiso hacer campaña de la mano de Roberto Gil y Josefina Vázquez Mota. Pero su nombre ya era sinónimo, cuando menos, de sospecha. Vio sus aspiraciones frustradas.

En estas “Historias de Reportero” he publicado a lo largo de los últimos años, desde que ella estaba en plenitud de su poder, una serie de entregas sobre su polémica gestión pública que generaron no pocas reacciones. Sin embargo, su actuación no ha sido cabalmente auditada ni sus presuntas irregularidades perseguidas.

SACIAMORBOS

Sigue siendo jugadora en el PAN y ahora circula como asesora de gobernadores.

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